Bárbara Castillo Abdul es Doctora en Comunicación y Doctora en Ciencias Sociales y Jurídicas, especializada en comunicación de la salud, alfabetización mediática y redes sociales. Actualmente trabaja con un equipo multidisciplinar del Grupo de Investigación de alto rendimiento en Comunicación de la Salud (HealthComm) de la Universidad Rey Juan Carlos, en el que colabora con investigadoras de psicología, derecho, y criminología, siendo uno de sus temas de investigación la relación entre el desarrollo de las habilidades de comunicación de los niños, niñas y adolescentes y los problemas derivados del abuso en el consumo de plataformas digitales.
“Los efectos de las redes sociales en la personalidad de niños y adolescentes son complejos y polifacéticos. Las investigaciones sugieren que el uso prolongado de las redes sociales puede contribuir a cambios en la autoestima, problemas de ansiedad y patrones de comunicación entre los jóvenes”, explicó a este medio Bárbara Castillo Abdul, añadiendo que el consumo de vídeos en Internet por parte de los más pequeños es cada vez mayor, por lo que, cuando comienzan la etapa escolar, gran parte de sus conocimientos, comportamientos y actitudes están influenciados por los contenidos que hayan consumido en redes sociales como YouTube, considerado para este momento un tercer agente educativo en la infancia, junto con las familias y la escuela.
La investigadora apunta que la edad a la que los niños, las niñas y adolescentes acceden a los dispositivos y plataformas es cada vez más temprana debido a la amplia disponibilidad y accesibilidad de la tecnología. “Muchos empiezan a utilizar dispositivos desde segundo ciclo de infantil, mientras que el acceso a las plataformas de medios sociales suele producirse en la pubertad, en torno a los 10-12 años”, añadió Castillo Abdul, recordando que cada vez es más común que el móvil sea el regalo «estrella» de las comuniones.
Los límites y el control: Una responsabilidad compartida
Para la experta, las empresas tecnológicas desempeñan un papel importante en la configuración del panorama de las redes sociales y su impacto en los niños y adolescentes. Estas diseñan plataformas con características que fomentan la participación y el «enganche», lo que a menudo conduce a un uso excesivo y a posibles consecuencias negativas para la salud mental. Sin embargo, reconoce que, si bien los desarrolladores de estas plataformas deben generar mecanismos de control, no se puede “echar balones fuera” sobre las responsabilidades de las familias y la escuela.
Castillo Abdul explica que, en primer lugar, son las familias las que deben ser ejemplificadoras, pues “si un niño o una niña ve a sus padres enganchados al móvil, este buscará imitar la conducta, como tantas otras”, pero además manifiesta que el móvil se ha convertido en el “comodín” para que el niño se mantenga entretenido en momentos donde los progenitores necesitan comodidad, como, por ejemplo, a la hora de comer. “Si les ponemos pantallas como premio para mantenerlos tranquilos, buscarán acceder a estas en otros momentos, por lo que se convertirán en una necesidad”.
En este sentido, la investigadora considera que la educación sobre alfabetización digital, comportamiento responsable en línea y hábitos tecnológicos saludables puede ser esencial para familias y educadores, pero también para capacitar a los jóvenes usuarios para navegar por las redes sociales de forma más segura.
“Las redes sociales pueden influir en la autoestima tanto positiva como negativamente. Por un lado, ofrecen oportunidades de conexión social y validación, lo que puede aumentar la autoestima, pero, por otro lado, la comparación constante con imágenes idealizadas y estilos de vida curados en las redes sociales puede conducir a sentimientos de inadecuación y baja autoestima”, expone Castillo Abdul. Además, considera la investigadora que el uso excesivo de las redes sociales se ha relacionado con un aumento de la ansiedad, ya que los niños y jóvenes pueden experimentar miedo a perderse algo (ghosting, nomofobia), ciberacoso o presión para mantener una determinada imagen en línea.
Asimismo, Castillo Abdul considera que los influencers de las plataformas de medios sociales pueden influir en el comportamiento, las preferencias y la autopercepción de los más jóvenes. A menudo promueven unos cánones de comportamiento, belleza y un materialismo poco realista, lo que puede contribuir aún más a los problemas relacionados con la autoestima y la imagen corporal. Además, añade la investigadora que la evolución de la comunicación a través de las redes sociales ha cambiado la forma en que los jóvenes interactúan, por lo que muchos prefieren la comunicación digital a la interacción cara a car, creando problemas de comunicación y socialización.